viernes, 1 de mayo de 2009

DÉJAME ENTRAR (ALLÁ ELLOS)

Casi al final de la película, cuando el protagonista de este bellísimo cuento completa su viaje hacia la madurez por la única vía posible, la del dolor, asistimos a un ritual inevitablemente catártico: Oskar cierra uno a uno los capos y los maleteros de la colección de coches en miniatura que decora su cuarto. El cuarto que todos, más o menos, hemos tenido a su edad: un refugio.

Déjame entrar revela en esta escena sus verdaderas cartas: es cine fantástico –con vampiros, para más señas-, pero es, sobre todo, una historia desgarradoramente universal sobre el fin de la inocencia. Oskar llora por una mujer por primera vez en su vida, igual que todos lo hacemos tarde o temprano, como colofón o bienvenida a nuestra adolescencia.

Debería ser una de esas películas que demuestre a los incrédulos que el cine de género también puede ser poético, sugerente y evocador, y, lo que es más importante, sin aburrir a nadie –por si había dudas después de Dellamorte Dellamorte o Yo anduve con un zombie-. Leí, no recuerdo dónde, que si Bresson filmara gore, esta hubiera sido su película. La verdad, no estoy muy seguro de ello, pero desde luego Déjame entrar es una de las historias de amor más conmovedoras y más cercanas que recuerdo haber visto en una sala en mucho tiempo –para el recuerdo queda el momento en que Eli, con la boca cubierta de sangre, se mete desnuda en la cama con Oskar, una bofetada de ternura al espectador-.

Y tranquilos, porque en lo que se refiere al género de terror, cumple el expediente con creces: los ataques de la niña vampira están filmados como Dios manda. Es decir, como los del depredador que no puede evitar ser. Toma nota, Crepúsculo y demás mariconadas posmodernas.

Habrá quien pase de verla sencillamente porque se trata de “una de miedo”. Allá ellos. Se van a perder una verdadera joya. Y de las buenas.

1 comentario:

  1. Una película magistral. Suscribo cada una de tus palabras.

    Un fuerte abrazo.

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