miércoles, 27 de mayo de 2009

CRÓNICA DE UNA PRESENTACIÓN ANUNCIADA (SIN MUERTOS)

La tarde empezó con amenaza de catástrofe. Juan Aparicio-Belmonte se presentó en la librería Estudio en Escarlata vistiendo una camiseta de Negra y criminal, es decir, de la competencia en Barcelona. Juan Escarlati le fulminó con la mirada y le espetó algo así como: “¿Buscas pelea, chaval?”. (Bueno, igual no fue esto exactamente. Vosotros me entendéis).

Juan se parece al protagonista de Mala suerte, recuerdo que pensé entonces. Mala suerte fue su primera novela. Y después pensé que, siguiendo esta siniestra asociación autor-personaje, igual a Santiago Eximeno le daba por convertirse en licántropo en mitad de la presentación.
Con esta congoja, nos sentamos y comenzamos a hablar de Los huéspedes. Es decir, comenzó Juan. Y a los pocos minutos de una presentación brillante y analítica –Ignacio Arjol es el mago de oz, ¡Wow!-, le dio por contar una parte del final de la novela.

Esto ya no tiene marcha atrás, me dije. Juan se ha convertido definitivamente en el personaje de su novela. Y entonces, suavemente, comencé a apartarme poco a poco de Eximeno, imaginando que tenía un enorme cuchillo de carnicero bajo la mesa, o que una herida provocada por la mordedura de un zombie fermentaba bajo su camisa. Luego en quien pensé es en toda esa gente que había venido y que jamás saldría con vida de aquel lugar: Loren -nuestra generación se quedaría sin su Pepín Bello-, Andrés Peláez, Alfonso Cuadrado, Francisco Balbuena, Javier Vázquez Losada, y hasta Edysa, mi directora de tesis. ¿Quién llevará a buen puerto mis zombies ahora?, me dije.

Pero qué va. Ni a Juan le terminó de usurpar su propio personaje, ni a Santi le dio por comerse a nadie. En cambio, hablaron de Los huéspedes, del género de terror, de lo que es necesario que contenga un libro para no dejar escapar vivo al lector. De lo que saben. De lo que aman, vamos.

Santi señaló sus dos escenas favoritas, que resulta que también son las mías, y de cómo su corazoncito de aficionado al género agradeció especialmente la última, donde ocurre aquello tan transitado y temerario de “atar todos los cabos”. Puse mucho empeño en esa escena mientras la escribía. Nunca le agradeceré lo suficiente que la señalara.

Y lo mismo para Juan, que logró ese pequeño milagro de señalar al autor aspectos de su propio libro en los que ni él mismo había reparado –una de las escenas más siniestras de la novela transcurre en un parque infantil, claro que sí, Juan-.

Lo dije al final de la presentación, pero lo dejo aquí escrito: mientras escribía Los huéspedes hace dos años, ni por asomo me imaginé presentándola en estas circunstancias.

Y lo mejor estaba por venir: las chicas de la foto en realidad estaban esperando para saltar sobre Eximeno y yo, cual groupies enloquecidas. Si Juan no aparece es porque a esas alturas ya se lo había llevado otro grupo de fans femeninas. No hemos vuelto a saber de él.

3 comentarios:

  1. Tú eres un cabrón.
    ¡Ójala pudiera pegarme la vida que se pegó el bueno de Pepín!

    Un fuerte abrazo.
    Lo pasamos muy bien.

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  2. Loren: vas camino de ello. Talento y circunstancias te sobran. Abrazos.

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